Romanos 10:1-3 – “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios.”
El 4 de Octubre del año 1996, el Señor hizo algo especial en mi vida que causó un cambio verdadero. Este cambio es tan radical y profundo que yo jamás sería la misma persona. Me gustaría tomar esta oportunidad de compartir con usted cómo Dios produjo este gran cambio en mi vida.
Por muchos años pensé que era una hija de Dios con rumbo al cielo. Cuando era niña pequeña me involucraba en muchas actividades de la iglesia: la escuela dominical, el culto para jóvenes, escuela bíblica del verano, hasta memorizar muchos versículos. Incluso tenía asistencia perfecta y llevaba muchas visitas. Trataba fuertemente a ser una niña buena y complacer a mi pastor, mis padres y mis maestros. Cuando llegué a ser joven era muy difícil ser “buena.” Exteriormente, parecía que estuviera viviendo la vida cristiana exitosamente, pero interiormente había un conflicto muy grande. El deseo de pecar era muy fuerte y no importó lo obediente que fui exteriormente, yo era muy obstinada y rebelde interiormente.
Mi respuesta a mi problema era hacer más buenas obras para que mis sentimientos negativos se fueran de mí. Esta lucha constante ha caracterizado mi vida entera. Durante mi primer año en la universidad cristiana participé en una campaña evangelística. Durante la cual hice una profesión de fe y luego me bauticé. Sinceramente creía que necesitaba ser salva, pero hice la profesión por miedo del infierno y no porque estuve lista a someter mi voluntad entera al Señor y arrepentirme de mis pecados delante de un Dios Santo. Satanás usó esta sincera pero vacía profesión para aplacarme por muchos años. De nuevo usé mi religiosidad para darme seguridad falsa. Fui considerada una mujer piadosa por muchos de mis amigos. Enseñaba estudios bíblicos a otras damas y pensaba que tenía mucho conocimiento de la Palabra de Dios. Otros me consideraron como una cristiana modela porque era la esposa de un misionero. Todas de estas muestras sinceras y exteriores de espiritualidad no hicieron nada más que sustentar mi egoísmo y no satisficieron las necesidades de mi alma.
Luego el enojo, el temor, las dudas, los celos, la falta de respeto a la Palabra de Dios, la indiferencia hacia cosas espirituales, ningún peso por los perdidos, el desaliento, y los deseos carnales llegaron a ser más y más prominente en mi vida y empezaron a envenenar todo lo que yo hacía. De vez en cuando me dudaba de mi salvación, pero la justificaba por pensar que Satanás me asaltaba porque estaba sirviendo al Señor y él quería hacerme inútil por hacerme dudar. Durante esos tiempos apresurados leía en mi Biblia los capítulos sobre salvación para hallar seguridad. Determiné que todo estuvo bien porque había hecho todo lo que necesitaba para ser salva. Cuando veo hacia atrás, puedo decir honestamente ahora que no leía la Biblia con una mente abierta y un corazón dispuesto para admitir que había un problema en mi vida que yo necesitaba resolver.
La leía con un espíritu defensiva y hallé versículos para aliviar mi conciencia por un tiempo, pero las dudas siempre volvían, y cuando lo hicieron, eran siempre más fuertes que antes. No comprendí claramente que la salvación era un don de Dios, no mi posesión merecida porque trataba de vivir una buena vida cristiana.
Cada vez que los “sentimientos buenos” de seguridad desaparecieron, me caía en depresión y me hallaba pecando más y más porque me sentía afligida que no podía mantener un andar espiritual. Yo no podía lograr esto porque nunca había respondido a la luz verdadera y no había sido transformada por el poder redentor de Cristo que dura por la eternidad. Había sido reformada por mis débiles y arrogantes esfuerzos que no podían durar ni aun por un día entero. Dios podía haberme abandonado en esa condición tan miserable en que estuve, pero no lo hizo. La Biblia dice en 2 Pedro 3:9, “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” ¿Cuantas veces me endurecía el corazón cuando escuchaba un testimonio de otros que se salvaron? ¿Cuantas veces mi mente se volaba durante un sermón porque había oído ese tema antes? Pero el Señor “es paciente para con nosotros.”
El Señor empezó a trabajar en mi vida por el testimonio de salvación de una querida amiga quien también vivía una vida cristiana fingida por mucho tiempo. Yo comencé por primera vez examinarme honestamente. También el Señor usó una enfermedad en mi vida para humillarme. Además el Señor usó el testimonio sincero y piadoso de mi marido y otros amigos para mostrarme el contraste entre sus vidas y la mía. Pero mayormente, él utilizó el poder de su Palabra y sus verdades divinas para declararme culpable de mi condición perdida y me mostró lo que sería la consecuencia de esa condición, la cual es separación eterna de Dios. Cuando estas verdades estaban ardiendo dentro de mi corazón, mi orgullo se surgió y yo empecé a defenderme porque ya debiera haber sido salva.
Ahora quiero compartirles algunos de mis excusas que usaba para defender mi profesión falsa:
1) Soy una buena persona, y hago buenas obras. Pero la Biblia dice en Eclesiastés 7:20, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque;” y también dice en Tito 3:5, “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo.”
2) Soy considerada una persona piadosa. Pero 2 Timoteo 3:5 dice, “teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella; a éstos evita.”
3) He enseñado el camino de salvación a otros. Pero 1 Corintios 2:13 dice, “Lo cual también hablamos, no con palabras que enseñada la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo spiritual.”
4) Tengo bastante conocimiento de la Palabra de Dios. Pero 1 Corintios 8:1-2 dicen, “El conocimiento envanece, mas el amor edifica. Y si alguno piensa que sabe algo, aún no sabe nada como debe saber.”
5) He hecho muchas obras maravillosas para el Señor. Pero Mateo 7:21-22 dicen, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?“
6) Todos piensan que soy salva ya. Pero Juan 12:43 dice, “Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.”
7) Ya hice una profesión. Pero Tito 1:16 dice, “Profesan conocer a Dios, mas con sus hechos lo niegan; siendo abominables y rebeldes, y reprobados para toda buena obra.”
8) Ya creo en Dios y el Señor Jesucristo. Pero Santiago 2:19 dice, “Tú crees que hay un Dios; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.”
Era muy difícil para mí aceptar que mi profesión en la universidad no era verdadera. Pero, cuando fui sincera a mirar a la verdad, Dios usó un sermón que mi marido había predicado de Mateo 7:13-29 explicando por qué hay tan pocos que entrarán al cielo. Lucas 13:3,5 dicen, “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” En las horas oscuras de la noche mientras yacía yo en mi cama despierta por temor que el Señor volvería y me quedara atrás, Dios me recordó de esta parte muy indispensable de la salvación. Nunca me habíaarrepentido de mi pecado (llegar a odiar mi pecado de tal manera que quería confesar y abandonarlo y huirme a Jesucristo para que él pudiera perdonarme y cambiarme).
Un miércoles en una conferencia de pastores, Dios trajo gran convicción a mi alma. Con gran llanto y agonía de alma, clamé al Señor. Pero todavía no era la noche de mi salvación. En la historia del joven rico (Marcos 10: 17-27), Cristo supo que la codicia del joven le impedía venir al Cristo para ser salvo. Dios sabe lo que está en nuestros corazones que nos impide arrepentirnos de verdad. Aunque yo había estado bajo gran convicción y que había confesado muchos pecados en mi vida, no quería confesar y abandonar el pecado a la RAIZ. Después de ese culto yo tomé los próximos dos días buscando las referencias acerca de la fe verdadera y arrepentimiento bíblico. En ese tiempo Dios utilizó el testimonio escrito de otra querida amiga, quien se salvó unas semanas antes para mostrarme que ORGULLO era el pecado principal en mi vida de que yo debía arrepentirme de ello. Salmo 10:4 dice, “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.” A causa de mi orgullo, nunca había sometido totalmente y completamente mi voluntad a la voluntad de Dios. Yo nunca rendí a él para que fuera el Señor de mi vida. Cuando este se hizo claro para mí, yo estuve lista para arrepentirme de todos mis pecados y creer en Cristo. De hecho, me arrepentí y lo recibí como mi Señor y Salvador. Juan 1:12,13, dicen, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Por medio de su sangre derramada por mí en el Calvario fui finalmente librado del pecado que me tenía esclavizada toda mi vida. Ahora tengo la seguridad que Dios me había adoptado en su familia real a ser co-heredera con Cristo, Romanos 8:15,17, “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre! El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con El, para que juntamente con El seamos glorificados…” Jamás quiero hacer cosas para sentirme bien acerca de mí misma.
El arrepentimiento bíblico causa los motivos correctos con respecto a cómo vivir por Cristo, 2 Corintios 7:11, “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.”
En conclusión, me gustaría decir que no puedo expresar en papel todo lo que Dios ha hecho por mí. Me costaría mi vida entera para aprender acerca de mi Dios y de Su grandeza. Después de leer este testimonio acerca de lo que Dios ha hecho para mí, usted reaccionará en una de dos maneras. Algunos de ustedes se regocijarán conmigo por el don de salvación que he recibido ya que usted también haya experimentado esta transformación radical en su vida. Dos, el testimonio que compartí le causará confusión en su corazón, o tal vez un peso en su corazón porque no haya experimentado esta obra muy especial de Dios en su vida. Si se regocija, por favor ora por mí mientras empiezo este andar nuevo en mi vida. Si no se regocija, sino se encuentra sin entendimiento de lo que ha sucedido verdaderamente en mi vida, le animo volver a leer los versículos que he compartido usted, con un corazón y una mente abierto, y ruega que el Señor le muestre la verdad. Esto no es una transformación que usted puede producir en sí mismo. Es algo que sólo el Señor Jesucristo puede hacer. Aquí hay dos versículos que han llegado a ser en verdad el anhelo de mi corazón: Gálatas 2:20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Filipenses 3:9, “y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es de la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.” Si toma una decisión por Cristo, por favor escríbanos a la Casilla de abajo.
El 4 de Octubre del año 1996, el Señor hizo algo especial en mi vida que causó un cambio verdadero. Este cambio es tan radical y profundo que yo jamás sería la misma persona. Me gustaría tomar esta oportunidad de compartir con usted cómo Dios produjo este gran cambio en mi vida.
Por muchos años pensé que era una hija de Dios con rumbo al cielo. Cuando era niña pequeña me involucraba en muchas actividades de la iglesia: la escuela dominical, el culto para jóvenes, escuela bíblica del verano, hasta memorizar muchos versículos. Incluso tenía asistencia perfecta y llevaba muchas visitas. Trataba fuertemente a ser una niña buena y complacer a mi pastor, mis padres y mis maestros. Cuando llegué a ser joven era muy difícil ser “buena.” Exteriormente, parecía que estuviera viviendo la vida cristiana exitosamente, pero interiormente había un conflicto muy grande. El deseo de pecar era muy fuerte y no importó lo obediente que fui exteriormente, yo era muy obstinada y rebelde interiormente.
Mi respuesta a mi problema era hacer más buenas obras para que mis sentimientos negativos se fueran de mí. Esta lucha constante ha caracterizado mi vida entera. Durante mi primer año en la universidad cristiana participé en una campaña evangelística. Durante la cual hice una profesión de fe y luego me bauticé. Sinceramente creía que necesitaba ser salva, pero hice la profesión por miedo del infierno y no porque estuve lista a someter mi voluntad entera al Señor y arrepentirme de mis pecados delante de un Dios Santo. Satanás usó esta sincera pero vacía profesión para aplacarme por muchos años. De nuevo usé mi religiosidad para darme seguridad falsa. Fui considerada una mujer piadosa por muchos de mis amigos. Enseñaba estudios bíblicos a otras damas y pensaba que tenía mucho conocimiento de la Palabra de Dios. Otros me consideraron como una cristiana modela porque era la esposa de un misionero. Todas de estas muestras sinceras y exteriores de espiritualidad no hicieron nada más que sustentar mi egoísmo y no satisficieron las necesidades de mi alma.
Luego el enojo, el temor, las dudas, los celos, la falta de respeto a la Palabra de Dios, la indiferencia hacia cosas espirituales, ningún peso por los perdidos, el desaliento, y los deseos carnales llegaron a ser más y más prominente en mi vida y empezaron a envenenar todo lo que yo hacía. De vez en cuando me dudaba de mi salvación, pero la justificaba por pensar que Satanás me asaltaba porque estaba sirviendo al Señor y él quería hacerme inútil por hacerme dudar. Durante esos tiempos apresurados leía en mi Biblia los capítulos sobre salvación para hallar seguridad. Determiné que todo estuvo bien porque había hecho todo lo que necesitaba para ser salva. Cuando veo hacia atrás, puedo decir honestamente ahora que no leía la Biblia con una mente abierta y un corazón dispuesto para admitir que había un problema en mi vida que yo necesitaba resolver.
La leía con un espíritu defensiva y hallé versículos para aliviar mi conciencia por un tiempo, pero las dudas siempre volvían, y cuando lo hicieron, eran siempre más fuertes que antes. No comprendí claramente que la salvación era un don de Dios, no mi posesión merecida porque trataba de vivir una buena vida cristiana.
Cada vez que los “sentimientos buenos” de seguridad desaparecieron, me caía en depresión y me hallaba pecando más y más porque me sentía afligida que no podía mantener un andar espiritual. Yo no podía lograr esto porque nunca había respondido a la luz verdadera y no había sido transformada por el poder redentor de Cristo que dura por la eternidad. Había sido reformada por mis débiles y arrogantes esfuerzos que no podían durar ni aun por un día entero. Dios podía haberme abandonado en esa condición tan miserable en que estuve, pero no lo hizo. La Biblia dice en 2 Pedro 3:9, “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” ¿Cuantas veces me endurecía el corazón cuando escuchaba un testimonio de otros que se salvaron? ¿Cuantas veces mi mente se volaba durante un sermón porque había oído ese tema antes? Pero el Señor “es paciente para con nosotros.”
El Señor empezó a trabajar en mi vida por el testimonio de salvación de una querida amiga quien también vivía una vida cristiana fingida por mucho tiempo. Yo comencé por primera vez examinarme honestamente. También el Señor usó una enfermedad en mi vida para humillarme. Además el Señor usó el testimonio sincero y piadoso de mi marido y otros amigos para mostrarme el contraste entre sus vidas y la mía. Pero mayormente, él utilizó el poder de su Palabra y sus verdades divinas para declararme culpable de mi condición perdida y me mostró lo que sería la consecuencia de esa condición, la cual es separación eterna de Dios. Cuando estas verdades estaban ardiendo dentro de mi corazón, mi orgullo se surgió y yo empecé a defenderme porque ya debiera haber sido salva.
Ahora quiero compartirles algunos de mis excusas que usaba para defender mi profesión falsa:
1) Soy una buena persona, y hago buenas obras. Pero la Biblia dice en Eclesiastés 7:20, “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque;” y también dice en Tito 3:5, “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo.”
2) Soy considerada una persona piadosa. Pero 2 Timoteo 3:5 dice, “teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella; a éstos evita.”
3) He enseñado el camino de salvación a otros. Pero 1 Corintios 2:13 dice, “Lo cual también hablamos, no con palabras que enseñada la sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo spiritual.”
4) Tengo bastante conocimiento de la Palabra de Dios. Pero 1 Corintios 8:1-2 dicen, “El conocimiento envanece, mas el amor edifica. Y si alguno piensa que sabe algo, aún no sabe nada como debe saber.”
5) He hecho muchas obras maravillosas para el Señor. Pero Mateo 7:21-22 dicen, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?“
6) Todos piensan que soy salva ya. Pero Juan 12:43 dice, “Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.”
7) Ya hice una profesión. Pero Tito 1:16 dice, “Profesan conocer a Dios, mas con sus hechos lo niegan; siendo abominables y rebeldes, y reprobados para toda buena obra.”
8) Ya creo en Dios y el Señor Jesucristo. Pero Santiago 2:19 dice, “Tú crees que hay un Dios; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.”
Era muy difícil para mí aceptar que mi profesión en la universidad no era verdadera. Pero, cuando fui sincera a mirar a la verdad, Dios usó un sermón que mi marido había predicado de Mateo 7:13-29 explicando por qué hay tan pocos que entrarán al cielo. Lucas 13:3,5 dicen, “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” En las horas oscuras de la noche mientras yacía yo en mi cama despierta por temor que el Señor volvería y me quedara atrás, Dios me recordó de esta parte muy indispensable de la salvación. Nunca me habíaarrepentido de mi pecado (llegar a odiar mi pecado de tal manera que quería confesar y abandonarlo y huirme a Jesucristo para que él pudiera perdonarme y cambiarme).
Un miércoles en una conferencia de pastores, Dios trajo gran convicción a mi alma. Con gran llanto y agonía de alma, clamé al Señor. Pero todavía no era la noche de mi salvación. En la historia del joven rico (Marcos 10: 17-27), Cristo supo que la codicia del joven le impedía venir al Cristo para ser salvo. Dios sabe lo que está en nuestros corazones que nos impide arrepentirnos de verdad. Aunque yo había estado bajo gran convicción y que había confesado muchos pecados en mi vida, no quería confesar y abandonar el pecado a la RAIZ. Después de ese culto yo tomé los próximos dos días buscando las referencias acerca de la fe verdadera y arrepentimiento bíblico. En ese tiempo Dios utilizó el testimonio escrito de otra querida amiga, quien se salvó unas semanas antes para mostrarme que ORGULLO era el pecado principal en mi vida de que yo debía arrepentirme de ello. Salmo 10:4 dice, “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.” A causa de mi orgullo, nunca había sometido totalmente y completamente mi voluntad a la voluntad de Dios. Yo nunca rendí a él para que fuera el Señor de mi vida. Cuando este se hizo claro para mí, yo estuve lista para arrepentirme de todos mis pecados y creer en Cristo. De hecho, me arrepentí y lo recibí como mi Señor y Salvador. Juan 1:12,13, dicen, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Por medio de su sangre derramada por mí en el Calvario fui finalmente librado del pecado que me tenía esclavizada toda mi vida. Ahora tengo la seguridad que Dios me había adoptado en su familia real a ser co-heredera con Cristo, Romanos 8:15,17, “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre! El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con El, para que juntamente con El seamos glorificados…” Jamás quiero hacer cosas para sentirme bien acerca de mí misma.
El arrepentimiento bíblico causa los motivos correctos con respecto a cómo vivir por Cristo, 2 Corintios 7:11, “Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto.”
En conclusión, me gustaría decir que no puedo expresar en papel todo lo que Dios ha hecho por mí. Me costaría mi vida entera para aprender acerca de mi Dios y de Su grandeza. Después de leer este testimonio acerca de lo que Dios ha hecho para mí, usted reaccionará en una de dos maneras. Algunos de ustedes se regocijarán conmigo por el don de salvación que he recibido ya que usted también haya experimentado esta transformación radical en su vida. Dos, el testimonio que compartí le causará confusión en su corazón, o tal vez un peso en su corazón porque no haya experimentado esta obra muy especial de Dios en su vida. Si se regocija, por favor ora por mí mientras empiezo este andar nuevo en mi vida. Si no se regocija, sino se encuentra sin entendimiento de lo que ha sucedido verdaderamente en mi vida, le animo volver a leer los versículos que he compartido usted, con un corazón y una mente abierto, y ruega que el Señor le muestre la verdad. Esto no es una transformación que usted puede producir en sí mismo. Es algo que sólo el Señor Jesucristo puede hacer. Aquí hay dos versículos que han llegado a ser en verdad el anhelo de mi corazón: Gálatas 2:20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Filipenses 3:9, “y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es de la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.” Si toma una decisión por Cristo, por favor escríbanos a la Casilla de abajo.